En la nueva república catalana garantizaremos los derechos de los niños ¿verdad? Capacidad de autocrítica imprescindible.

Tenemos delante una ocasión de oro para revisar lo que no ha funcionado hasta ahora, tenemos un país en construcción.  No dudo que encaminaremos las acciones de la nueva república catalana a promover y preservar el respeto a los Derechos Humanos, así como el respeto a la dignidad y otros derechos subjetivos de los individuos, de las organizaciones civiles, de las entidades y de las instituciones públicas y partidos  políticos, garantizando la autonomía y la imparcialidad en el trato.  No nos olvidemos de los niños y sus familias.

Espero que el ‘siempre se ha hecho así’ y el ‘cambiarlo es demasiado complicado’ no nos sirvan de excusa para evitar el urgente debate de la protección a la infancia o la vulneración de los derechos de los menores de edad y  sus familias bajo el subterfugio de ‘protección a la infancia’.

Confío en que tendremos capacidad de autocrítica para ver que no lo estamos haciendo bien.  Hemos heredado el modelo español de los tiempos en que se tomaban los niños de las familias con pocos recursos con engaños para darlos a familias acomodadas.  Ahora no se hace con engaños se hace con informes firmados, pero demasiado a menudo con justificaciones éticamente reprobables.

Muchos de los agentes que intervienen en el sistema de protección a la infancia en nuestro país saben que le falta una revisión profunda.  Algunos -ciertamente pocos- lo dicen en voz alta, otros sólo en voz baja.  También hay un colectivo que está convencido de que ha venido a esta vida con la misión de salvar niños.  No está en las manos de ninguna persona ni institución el cambio.  Sólo vendrá si todas las partes implicadas creen que es necesario.  Es necesaria una reflexión de todas y cada una de las personas e instituciones implicadas y cambiar el orden de las prioridades.

Esto no va de derechas o izquierdas.  De estos o de aquellos.  Va de sistemas que han arrastrado tics de la antigüedad.  De profesionales que actúan arbitrariamente y de políticos cargados de buenas intenciones que no se atreven a contradecir las decisiones supuestamente técnicas a pesar de su sentido común les diga que aquello no tiene ni pies ni cabeza.  De profesionales buenísimos que buscan y no encuentran soluciones en el entorno que eviten tener que sacar a los niños de su casa y de políticos que no han sabido crear una verdadera red de ayudas a las familias vulnerables.

De falsear los informes subjetivándolos desde una mirada contaminada de profesionales que creen que tienen la misión de salvar niños, un papel que nadie les ha otorgado pero que ellos se atribuyen y al sistema ya le va bien.  De medias verdades o mentiras contadas y escritas muchas veces, que acaban convirtiéndose en una verdad incontestable sin ninguna prueba.  De confusión de riesgo con daño.  De políticos que miran hacia otro lado porque cambiar esto es muy complicado.  De profesionales que tienen miedo de alzar la voz porque al fin y al cabo este sistema les proporciona su modus vivendi.  Va de miedo, de comodidad, de menosprecio, de corporativismo absurdo, de tener cambiadas las prioridades … No puede ser que invertamos más dinero en buscar nuevos padres para los niños que dar ayudas y herramientas a las familias sin quitar los niños de su casa.

Con la protección a la infancia no se debería poder hacer oposición ni grandes titulares.  El riesgo 0 no existe en ninguna parte, en ningún ámbito.  No soportamos el titular de una desgracia de un niño en su casa y desgraciadamente podemos ir a dormir tranquilos mientras hay 2.500 niños doblemente desamparados que cada noche se van a dormir en una cama de un centro  residencial de la red de protección a la infancia.

Algo no funciona y hace que trabajemos con miedo y menospreciemos los sentimientos de las personas a las que deberíamos ayudar.

Debemos dejar de lado el corporativismo de los profesionales que pertenecen al sistema de protección a la infancia y el absolutismo de algunos políticos. Debemos ponernos a trabajar para diseñar un sistema libre de prejuicios donde se escuche a los niños, donde haya garantías jurídicas y procesales, donde se apueste por ayudar a los padres a ser padres de sus hijos y los hijos a convivir con  las carencias de su padres y no a buscarles nuevos padres; donde no se gaste tanto dinero creando y manteniendo plazas de centros residenciales de acción educativa y se gasten más en crear ayudas efectivas a padres que tienen dificultades, donde no se  confunda riesgo con daño y se ayude a desvanecer los riesgos, no dando por hecho que los riesgos deben comportar daños.

El marco teórico de protección a la infancia dice que el internamiento de un niño o adolescente en un centro residencial debe ser el último recurso, pero la realidad es tozuda y los hechos y las estadísticas demuestran que no es así en nuestro país, ni en el resto de España tampoco.  De hecho los sistemas de aquí y de allí no difieren mucho, por no decir nada.

Dejemos de hacer ver que no vemos qué pasa.  Los profesionales dejad de sentiros atacados corporativamente y los políticos dejad de actuar con el absolutismo de estás conmigo o estás en mi contra.

Esto no es culpa de nadie en particular, pero sí de todos, colectivamente, como partes de un sistema que no funciona.  Falta autocrítica sin sentirse atacado en la propia integridad profesional.  Alcemos la voz.  Perdamos el miedo de decir en voz alta lo que muchos de los que trabajan o hemos trabajado al sistema decimos en voz baja.

Arremanguémonos para girar como un calcetín las prioridades en el sistema de protección a la infancia.  No puede ser que un país como Cataluña en el siglo XXI tenga las cifras de niños ingresados ​​en centros que tiene.  Levantemos la vista, Pirineos allá, y hagamos la comparativa de porcentajes.  Nos daremos cuenta de que nuestras cifras son alarmantes, que algo no estamos haciendo bien.  Y ya puestos a mirar Pirineos allá, copiemos de otros sistemas que si tienen porcentajes de desamparos, tutelas e ingresos en centros sensiblemente más bajos, son -sin duda- mucho más respetuosos con las necesidades afectivas de los niños y sus familias y  no escatiman recursos para evitar la separación.

Ceneta Pi