Desde 1987 la decisión de declarar un desamparo ha dejado de estar en manos de jueces y son los Técnicos los que evalúan, juzgan y sentencian.

El Sistema de Protección a la Infancia se ha convertido en un sistema extrajudicial sin garantías procesales para las personas afectadas. Los técnicos evalúan, juzgan y sentencian. Toman sus decisiones con lo que ellos llaman «criterios técnicos» y nadie se los puede rebatir. Salvo, claro está,  un juez si los padres recurren judicialmente la decisión administrativa. Si el juez se mira un poco el caso y acaba dando la razón a los padres que han recurrido, el niño ya ha pasado meses o años en un centro. Eso si no les toca un juez que da por buenos los informes de los técnicos sin ni siquiera escuchar a los niños, ni a nadie, que de estos también hay. De hecho hay muchos abogados que ya no quieren coger casos de infancia. Por algo será!Preguntémonos cómo es que los técnicos de infancia impiden que los padres y las madres asistan acompañados de su abogado a entrevistas durante la instrucción de un expediente de riesgo o de desamparo de sus hijos.

¿Por qué hay resistencia a que las entrevistas entre los padres y los profesionales que instruyen el expediente de riesgo o desamparo puedan ser grabadas como lo son actualmente todos los juicios?

Preguntémonos cómo es que hay equipos de infancia que se atreven a decir que la Fiscalía de menores ‘no es nadie’ para meterse en un expediente de desamparo que ellos están instruyendo.

Queda patente que los ‘criterios técnicos’ dan bula para saltarse los derechos fundamentales hasta el punto que no reconocen la autoridad de un fiscal de menores. Y esta bula que se toman los técnicos tiene la absoluta bendición de la mayoría de los políticos, porque ya les va bien escudarse tras un informe técnico para no tener que enfangarse olvidándose de que los criterios son técnicos, pero las resoluciones fueron firmadas por un político. Si algunos técnicos creen que pueden pasarse por la entrepierna la autoridad del fiscal de menores cualquier cosa es posible: dar credibilidad a rumores interesados, amenazar con restringir contactos y visitas biológicas, cambiar los planes de trabajo, alargar innecesariamente, afirmar que los padres tienen patologías cuando no hay ni un solo diagnóstico … esto es especialmente sangrante en territorios donde todos se conocen. Las manías personales, familiares y de vecindad sacan su cara más oscura rozando los métodos mafiosos con niños inocentes como rehenes.
El trabajo, la profesionalidad, el rigor y la credibilidad de los técnicos de infancia no debería temer la transparencia. Los buenos profesionales, los que realmente miran cuál es el interés de cada niño en concreto que tienen en estudio no deberían recelar de ninguna medida de control, se deberían sentir más cómodos. Deberíamos hacer posible no concentrar la evaluación, el juicio y la sentencia en un solo equipo. Hay que crear una segunda instancia: si no lo hacemos damos alas a la arbitrariedad. Un policía que tiene una pistola que puede matar tiene detrás vigilando a un departamento de asuntos internos. Un técnico que tiene el poder de sacar a un niño de su casa debería tener un mecanismo serio de revisión de los casos.Los técnicos tienen pocos recursos en el territorio y demasiado fácil poner niños en un centro.

A la hora de la verdad hay muchos profesionales que se dejan llevar por prejuicios, por miedos, porque están convencidos de que tienen la misión de salvar niños o vaya a saber por qué cosa. También hay muchos profesionales que aunque quieran trabajar una familia en su entorno sin separar los niños, se encuentran sin herramientas ni recursos para hacer un trabajo intenso que pueda prosperar. Entonces viene el miedo el miedo a dejar a los niños en su casa y que ‘pase algo’. ¿Estamos apartando al niño de un riesgo para nuestra tranquilidad o para protegerlo de peligros reales si continúa con su familia? Demasiado a menudo los motivos para tutelar un niño por parte de los técnicos son tomados desde la visión contaminada de alguien que se ha auto otorgado la misión de ‘salvar niños’, desde una supuesta superioridad moral son aleccionadores, son justicieros y demasiadas veces preventivos, confundiendo riesgo con daño.

Castigar a unos padres sin juicio. Enseñarles el camino recto, pero sin los niños en casa. Proponerles planes de trabajo quiméricos e imposibles de cumplir sin ayuda. No entiendo con qué derecho se interviene y se separa a un niño de sus padres sin ninguna prueba de que este niño pueda sufrir un daño grave.

En los casos donde hay carencias personales y debilidades personales, consecuencias de la pobreza, poca habilidad educadora o incluso un modelo relacional padres-hijos que no entendemos o compartimos, no tenemos ningún derecho a sacar al niño de casa suya. En muchos casos de desamparo los padres y los hijos son inocentes, no han cometido ningún delito. Ofrezcamos ayuda, pero ayuda de verdad. Ayuda social, ayuda educativa o ayuda económica.

Si no estamos seguros de que nuestra intervención mejorará la vida de aquel niño, estemos quietos. Dejemos nuestras ansias aleccionadoras, justicieras y bondadosas. Intentar ayudar alguien haciéndole más daño del que ya tiene es perverso.